¿Quién es el experto: tú o el traductor?

Cuando encargamos una traducción a una persona externa a nuestra empresa, hay una duda bastante frecuente: ¿Entenderá el traductor nuestro producto, idea, proyecto o empresa lo suficientemente bien como para poder hacer una buena traducción —tan buena como si la hubiéramos hecho nosotros mismos si fuésemos traductores?

¡La traducción es también un proceso de colaboración!

¡La traducción es también un proceso de colaboración!

Aparte de saber escribir auténticamente bien en el otro idioma, sabes que el traductor profesional que contratas tendrá que ser también un experto en los campos relacionados con el texto.

Pero, por muy experto que sea el traductor en sus campos de especialización, probablemente no llegará a ser tan experto como tú con el tema del texto que quieres traducir. Pues no conocerá tus productos, empresa, ideas o proyectos tan a fondo como tú.

Por eso, a veces hay que echarle una mano al traductor. En este sentido, la traducción es un proceso de colaboración.

¿Pero, cuándo, y cómo, hay que ayudar a tu traductor? ¿Y cuándo puedes fiarte ciegamente de él?

Dos tipos de texto

El primer paso para contestar esa pregunta es hacer una distinción entre textos más genéricos, que pueden ser muy técnicos o no, y otros más específicos o propios.

Tipo 1: textos jurídicos como textos genéricos

Un buen ejemplo del primer tipo de texto son documentos jurídicos como contratos, modelos, certificados o informes.

Aunque la ley es amplia y compleja, es también generalizada y universal (dentro de un país o región, al menos), y siempre estamos aplicando las mismas normas y los mismos conceptos a casos diferentes pero parecidos.

Puedes esperar perfectamente que un traductor especializado en Derecho tenga los conocimientos suficientes para traducir bien un documento jurídico. Dado ese aspecto genérico de la ley, normalmente no va a necesitar tu ayuda para entender la parte puramente jurídica.

Tipo 2: textos sobre contenido y temas propios

En el segundo tipo de texto, encontramos la mayoría de los textos que hablan de productos, servicios, ideas o proyectos propios de una empresa, autor o investigador.

Nadie conoce tus productos, ideas o empresa como tú, y para documentos que hablan de esas cosas, lo más normal es que tengas que ayudar al traductor en algún momento, al menos al principio.

De hecho, sobre todo si es un tema complejo o un producto bastante único, deberías preocuparte si el traductor no tiene dudas.
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Por supuesto, es importante que tu traductor sepa escribir perfectamente, por ejemplo, una nota de prensa o white paper en el idioma de destino, pero si no conoce a fondo tus productos, probablemente el mensaje no se transmitirá como te gustaría —como tú lo harías si pudieras escribir como un nativo en ese idioma extranjero.

Aunque seguramente el traductor te podría dar una traducción aceptable, sin conocer bien el tema, no va a ser todo lo fluida que buscaríamos.

La razón es sencilla. Cuando se traduce cualquier texto, cuanto mejor entiendas el asunto (el tema en concreto (lo que sabes tú) y el campo en general (lo que sabrá un traductor especializado)), más margen tienes para adaptar el texto para que suene bien en el idioma de destino. Lo cual es imprescindible en textos que presentan una empresa o sus productos, como la página web o una nota de prensa.

Más comprensión + la habilidad de traducir y escribir bien en el idioma de destino = texto más ágil y tan bueno como (¡o mejor que!) el original.

Así que, la cuestión de cuándo puedes ayudar el traductor está clara: cuando se trata de hablar de los productos, servicios o ideas propias de una empresa o un autor.

¿Cómo puedes ayudar al traductor?

Para conseguir una mejor traducción, hay varias maneras de ayudar al traductor, empezando con los materiales que le puedes facilitar: traducciones anteriores, descripciones del producto/servicio, la página Web o el blog de la empresa e incluso glosarios (en cualquier de los dos idiomas), si los hay.

Material de ese tipo le ayudará tanto con dudas específicas (p.ej. el significado de un término) como las más generales (los objetivos de la empresa).

También, si puede ser, es aconsejable invitar al traductor a tus oficinas o fábrica. Aparte de poder ver y aprender realmente de qué va la empresa, conocer el ‘todo’ le ayudará mucho a entender la ‘parte’ que le tocará traducir en cualquier texto que le pases.

A la hora de encomendarle una traducción, hay varias cosas que pueden ayudar.

Es importante dar al traductor un contacto en la empresa con quien pueda consultar sobre dudas que surjan, sobre el texto o sobre cosas generales de la empresa o los productos o servicios.
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Sobre todo para las primeras colaboraciones, es una buena idea comprobar que cualquier jerga técnica o anacronismos propios de la empresa que aparezcan son explicados en alguna parte.

También durante las primeras colaboraciones, hay que esperar que el traductor tenga dudas. A medida que haga más traducciones para ti y conozca mejor a tu empresa (o proyecto, idea, etc.), más puedes confiar en qué te dará textos tan buenos en el idioma de destino como el original.

Así que, la traducción es un proceso de colaboración, y cuanto más estrecha la relación, sobre todo cuando se trata de temas propios, mejor resultados conseguirás.

Written by Rob

Rob es un traductor especializado en la traducción de documentos jurídicos y traducciones para la empresa. Traduce de español y catalán a inglés.

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